un exiliado que a su patria anhela,
en su habitación solloza con pena,
hiere el destierro como un asesino.
Ausente es de las flamantes miradas,
de la esposa y del primogénito hijo,
de sus almas que partiendo bendijo,
de sublimes pasiones anheladas.
Su agonía es cuan desesperación,
volver quisiera a la unión permanente,
burlar la distancia, bárbaro espanto.
Mas impedida es tal restitución:
sus miserias son la causa eminente,
son sus ojos oceánico llanto.
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