Tía Gris (soneto XIV)


En la atestada y pequeña morada,
percibo absorto una mujer que lava,
su encorvado y altruista cuerpo enclava,
en ropa extraña su mano arrugada.

Al servicio su alma siempre inclinada,
entrega a la satisfacción ajena,
¿podrá recibir alguna condena
quien a ayudar a otros es destinada?

Su brazo albo mi espalda sostenía
por la sala como impaciente alfil,
calmando cuan desesperado llanto.

Es ella Griselda, mi amada tía:
¡Madre gemela, bastión de marfil,
perpetua oblación, melodioso canto!



Comentarios