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A ti, jefe (poema a una enfermera)


Acostado en el tímido lecho del viejo hospital,
comatoso hallábase de aguda aflicción el paciente,
quien extraño y feliz entonaba y cantaba,
a su enfermera amor profesaba por siempre:

"Treinta y dos semanas dichosas contigo,
en apacible hospital siéntome vivo,
en honor a tus cuidados alegre te digo,
estas pocas razones inmensas de regocijo.

Eres tú benigna enfermera:

Analgésico de mi tristeza,
bilis eliminadora de mis toxinas desesperadas,
coronaria irrigante de mi amor,
desfribilador reanimador de mis sentidos,
enzima biocatalizadora de mi alma,
fóvea deslumbrante de mi vista,
glúcido hidratante de mis extenuantes calorías,
hemoglobina que vivifica el corazón,
iris que da color a mi existencia,
jaqueca interminable de sentimiento,
linfocito de mis invasores defectos,
mielina de mis neuronas saltarinas,
neurotransmisor de abrazos,
osteína de mis huesos malhumorados,
polidipsia de mis besos enamorados,
queratina de mi enmarañado cabello,
rodopsina que amorosamente me observa,
sinapsis contagiosa de caricias,
taquicardia de mis desordenadas pulsaciones,
úvula que atestigua mis foráneos besos,
vértebra de mis melancólicos versos,
xifoides que soporta mi figura,
yunque extasiado de sublimes sonidos,
eres el zigoto multiplicador de mis afectos.

Con estas palabras nacientes en mi,
encamado en pecho podré fallecer,
tocar el cielo, cerrar los ojos haré,
porque morir en ti es de nuevo vivir".



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