dejad que impetuoso se estrelle en tus labios,
en regocijo se esparza en la cumbre de tu mirada,
y en paz descanse en el cenit de la madrugada…
En la intimidad de un oceánico abrazo,
tejo mi espíritu a tu horizontal cuerpo,
mientras llora la ya mañana y ducha los árboles,
contrastando así nuestro amor encendido.
Furioso me quejo al arrasador tiempo,
que impotente me canta con ruidosa sevicia,
y desintegro mi ser de tu figura alabada,
pensando de nuevo en la extensa rutina.
La existencia sigue, mas mi alma suplica,
que en mí estés y ser completo en esencia,
¡dame todos tus amaneceres en entrega contínua,
para que se alboroce el viento con gracia infinita!
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