Observé angustiosamente el espejo,
reflejaba mi fatigado cuerpo,
lamentos, tristezas desamparadas.
Guardarlo decidía en ese instante,
para que luego el tamo se encargara
de opacar aquellos seres, las fibras
que en aquel tiempo el cristal contemplaba...
Pero hoy, en la inmensurable red de estrellas,
su superficie con ansiedad limpio:
Siento el perfume, su viva voz,
y la figura humana iluminada
uniéndose a mi ser en la distancia:
Reluce ¡oh cielo!: espejo que la abraza.
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