cuando los árboles jocosos se duchaban,
tu piel desnuda y húmeda acariciaba,
mientras nuestra lánguida y solitaria sombra,
plácida y deleitosa la luna aprovechaba.
Mi mano fuerte sujetabas,
tu mirada linda me abrazaba,
gris era la noche, silencio en la alborada,
pero en nuestro amor toda ella era alba.
No querías dejarme ir sólo,
pensaste quizás el viento me robara,
y te quitara el hombre que adorabas,
aunque siempre me escondía en tu alma.
Hoy anhelo con gran esperanza
que a mi vida vuelvas enamorada,
y las nubes lloren de nuevo,
que llueva para mi alma desconsolada.
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