Al despertar estaba rodeado de una oscuridad agobiante, como si estuviese inmerso en el Pozo y el Péndulo de Edgar Allan Poe. En mi interior sollozaba de desesperación por la soledad y la incertidumbre. No sabía realmente dónde me hallaba y la sombra se hacía perenne. Mis inquietos ojos exploraban mi alrededor sin encontrar más novedad que a mi propio cuerpo, el cual, extrañamente, podía ver con absoluta claridad, como si dentro de mí habitara una fulgurante estrella.
Pasados unos minutos vi en el horizonte una linterna que emitía constante y resplandeciente luminiscencia blanca. Así, éramos dos los objetos centelleantes, identificando que aquello emanaba más energía. Seguidamente, y al notar su cercanía, percibí al destello configurarse en una silueta humanoide. Calzaba sandalias clásicas marrones, la tez de su piel tenía cierta similitud al color de la arena en la playa en Puerto Colombia y vestía una túnica alba, como si reuniera magistralmente todos los colores del espectro.
Mi sorpresa fue mayúscula al no poder divisar su rostro, pues de él se emitían rayos níveos, y este efecto desembocaba en una especie de lucero que reemplazaba su cabeza. La zozobra se apoderó de mí en aquel instante. Quise permanecer en la lobreguez del lugar y en mi iluminado semblante por un momento. Sin embargo, y luego de empezar a sentir inexplicable calma, de aquella brillantez manaron las siguientes palabras:
– Tendrás un hijo, cuida de él.
La figura se fue alejando produciéndose, consecuentemente, la tenuidad de su fulgor. De igual manera, mi complexión comenzó a diluir su brillo como si empezase a ser devorado por las tinieblas. Antes de consumirse mi último haz de luz desperté de un salto en la cama con la complicidad de la alarma y su "delicada" melodía.
Días después me enteré de la sublime noticia de mi paternidad y me demandé si la visión se refería a ‘hijo’ en sentido general o al sexo de mi primogénito. Efectivamente, hacía referencia a Emmanuel, a quien esperé con impaciencia y por el que estoy perpetuamente agradecido porque culminó esta prolongada espera de siete años.
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