¿Es ese el hombre de treinta y seis
que queriendo inmortalizarse, acuesta tiernamente en el papel
un batallón de indelebles letras?
¿No es acaso aquel a quien
inundan el rostro los libros,
mientras con ávidos ojos contempla
la develación de su condición enigmática?
¡Lo he visto hacer vibrar su guitarra
en acordes que ríen y lloran,
y con voz rimbombante la acompaña
como el mártir ruiseñor a la rosa!
Sobre un caminador robusto
apoya el macilento cuerpo,
y deambula por destrozados andenes
en el vaivén del agresivo viento.
Moran en su mente cinco lenguas
que discuten variadas ideas,
en la inmensidad del opulento mar
de sus contextos y aulas inciertas.
Extiende en las noches
su brazo con longitud envidiable,
sin lograr palpar al deseado infante,
quien como azulada estrella
permanece lejana, utópica, brillante.
¡Caballero de treinta y seis:
Tú eres el de sentimiento esquivo,
el de las condiciones adversas,
mas sé que en tu nido anhelas
a tu muy amada ave viajera!
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