Caminando afligido
por mi sendero errante, progresivamente me abandona
la percepción de tu belleza:
En mi lengua se derriten
los besos intensos
que visitaban mis labios
con marcada insistencia,
para mutarlos sin piedad
en asquerosa agua
de insipidez perpetua.
Tiemblan mis manos
ante la ausencia
de la geografía de tu cuerpo,
y al teclado son ajenos los dedos
que acuestan estas letras,
invadiéndome esa vacía sensación
de parirlas muertas.
Voy olvidando el olor
de tu aroma que me levitaba
gozoso al aposento,
mi respiración es escasa y madruga intensa
a ganarle la guerra al despertador obsoleto.
Emite la oscura guitarra
ondas tenues a mis bloqueados oídos,
para recordarme,
con su taladro de melancolía,
que tu voz cantora yace en el lecho.
Veo palabras gemelas
en la totalidad de textos que leo,
cesa toda contemplación de tu rostro,
y queda la remembranza solitaria
en mi confinada mente de reo.
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