Ingreso con cuidado al Éxito. Miro para todos lados y me aseguro de que no estén cerca. Pero es inútil. Una de ellos, la anaranjada, me toma desprevenido porque sale sorpresivamente detrás de un maniquí. Nada que hacer, me hace perder una de las tres vidas que tengo.
– Buenas tardes señor, ¿le gustaría adquirir la tarjeta Tuya?
– No señora, muchas gracias – le contesto tranquila pero resignadamente.
Me dirijo a la sección de hogar, busco un juego de sábanas y encuentro uno verde que me agrada. Seguidamente, tomo dos camisillas que regalaré a mi papá de Navidad.
– Buenas tardes, ¿ya le ofrecieron la tarjeta Tuya? ¡Tiene innumerables beneficios! Sólo necesito su cé… – me dice la de color rosa.
– ¡No, no estoy interesado! – le interrumpo.
Se me va la segunda vida. Debo ser más cuidadoso, sólo me queda una. Con el ánimo de salvarme, me trago la bola de poder y ahora soy yo quien los busca. Los ubico, están azules del susto, pero no me los como, los esquivo. Pocos minutos después, el efecto de la bola de poder se acaba. Dos de ellos, el rojo y el cian, logran hacer contacto visual conmigo. Se acercan decididos, con sus tabletas colgando de sus cinturas, pero yo no quiero morir. Así que voy a la caja, pago y salgo despavorido del almacén. Me siento en un banquito del centro comercial y respiro profundamente mientras recupero las dos vidas que perdí. Me preparo para los siguientes dos niveles: Olímpica y Homecenter.
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