A Danielito le fascinaba la leche achocolatada. Por eso aquella mañana en que de la llave del agua empezó a salir Chocolisto no se cambiaba por nadie. Esperó a que su mamá se ocupara y lo bebió sin medida a escondidas de ella. Aunque el sabor le parecía distinto del que usualmente le preparaban, lo disfrutó al máximo. Días después, Danielito tuvo náuseas, vómitos y un intenso dolor de estómago que lo condujo a la muerte. Hoy, su mamá no para de culparse y llora mientras el dinero pagado por el acueducto reposa en su mesita de noche.
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