A Yuri le habían recomendado la leche tibia para que tratara su insomnio. Así que aquella noche, le pidió a su novio que la ayudara. Lo llevó a la cocina y comenzaron a calentarla mientras se besaban. Luego él gimió, volteó los ojos y encogió los dedos de los pies mientras se la servía. Le derramó un poco sobre las mejillas pero logró que su novia bebiera una buena cantidad. Yuri sintió el cálido líquido descendiendo por su esófago. No le sirvió. El sueño no llegó y pasó la noche contando las gotas que se suicidaban en el techo.
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