Sol y Luna no querían vivir más con los españoles. A Sol le hartaba el exigente trato masculino que le daban y a Luna el carácter romántico y blandengue que le otorgaban. Así que un día lo planearon todo y decidieron abandonarlos. En esa búsqueda de aprobación en otros pueblos del mundo experimentaron la misma situación con los franceses y portugueses. Finalmente, y luego de arduas experiencias, encontraron lo que tanto deseaban. Ahora viven felices con los alemanes, quienes aceptan la feminidad propia de la estrella que Sol es y la hombría de satélites como Luna.
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