Bushaltestelle


¡Cuánto odia la gente
la prolongación del tiempo conmigo!

El hombre ejecutivo
de húmedo cabello
riega su mirada angustiosa
en el reloj de su muñeca.

La universitaria
frunce el ceño
y emite un leve quejido
ante la premura de su examen.

El pequeño infante
desespera a sus padres,
pues desea llegar
pronto a casa
para encajarse feliz
en su digital mundo.

La novia llora
y danza con los dedos sobre una pantalla
mientras le explica a su amor
el motivo de su tardanza.

Y los buses,
aunque impuntuales,
aunque imperfectos,
son bien amados
cuando hacen su arribo…

Desearía ser uno de ellos
y no la maldita estación:
porque aquí vienen
y apresuradamente se van...
porque aquí nadie permanece.

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