El ruiseñor de Wilde


Supertiendas Olímpica estaba a reventar. Varios clientes con carritos atestados de provisiones alejaban al señor Vergara del punto de pago. Una hora después llegó a la cajera.

– ¿Hizo toda esa fila para pagar un brownie? – dijo la chica sorprendida.

– Es para mi novia.

– ¡Pues debe quererla mucho!

El señor Vergara no respondió. Al llegar a la casa de su querida Esmeralda, fue recibido por unos ojos desérticos.

– ¡Te traje un brownie de chocolate, tu sabor favorito!

– Gracias – le contestó con desgano mientras lo ponía en la mesa – pero lo siento, no me siento plena contigo.

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