Téngale miedo a los vivos, no a los muertos


El señor Vergara pudo contemplar a Valeria en todo su esplendor cuando el velo abandonó sus ojos y se deshizo en el suelo. Descubrió, muy a pesar suyo, que ella era una mujer de máscaras y disfraces. Tanto, que el brillo de sus lentejuelas múltiples lo estaba dejando ciego.

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