Los bandos enemigos, ante la desgastante situación, habían acordado la tregua final de manera clandestina.
El otro oficial dio la misma orden simultáneamente.
Ya estaba definido quiénes accionarían los gatillos. Los dos disparos viajaron por el firmamento y cumplieron su cometido. Los cuerpos de los generales yacían en el lodo con un orificio en sus cabezas.
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