Yesenia los vistió y les puso rabo e’ gallo. Cuando llegaron al desfile, buscaron una buena ubicación pero no la encontraron.
– Mami, esas escaleras no me dejan ver – se quejó Dylan.
– Ni esa gente ahí parada en esas sillas – complementó Danna.
La mujer revisó la cantidad de dinero que llevaba, la cual no era suficiente para tres entradas. Decidió turnarse para subirlos a sus hombros y en esa dinámica transcurrió el folclórico evento. Al llegar a casa, Yesenia lucía terriblemente cansada. Los niños estaban felices de haber tenido su propio palco.
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