En la oficina, los empleados celebraban porque se acercaba el periodo de vacaciones. La tarde caía mientras hablaban con entusiasmo sobre sus planes. Pero a Alfredo no lo invadía esa misma emoción. Su rostro reflejaba una aguda preocupación. Abrió el cajón de su escritorio, como queriendo que todo fuese diferente, y sacó las tres hojas de papel.
“Contrato de prestación de servicios”… – empezó a leer mentalmente.
Cuando terminó, emitió un suspiro profundo, regresó el documento a su lugar y se preparó para sus últimas actividades laborales.
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