A medida que sus caballos se sumergían en el fondo del mar, su semblante demostraba más preocupación. Abrió su boca ampliamente al contemplar que, después de haber estado lejos durante un tiempo, su reino se había convertido en un basurero. Bolsas flotaban como medusas, otras reposaban en el fondo. El plástico había invadido los cuerpos de tortugas y peces, quienes habían fallecido cuando lo ingirieron.
La escena lo sumergió en un profundo estado de frustración. Durante toda su existencia, se había dedicado a ofrecer mares en calma, aquellos en los que se podía navegar con tranquilidad bajo el velo de los astros. Su reino protegía con amor a todas las formas de vida acuática, incluyendo a los marinos y demás aventureros oceánicos. Pero le habían pagado mal. Sintió la carencia de esa reciprocidad que esperaba y agotó su paciencia. Aprovechándose de su poder, tomó el tridente y lo punzó fuertemente en el suelo. La onda generada se convirtió en un maremoto que afectó embarcaciones y ciudades costeras. Los habitantes, al percibir las consecuencias de su furia, acudieron a su encuentro.
- Les he dado toda la riqueza de mis océanos para que la administren sabiamente - les dijo - ¡pero ustedes lo han arruinado todo!
Los pobladores pidieron perdón y, para apaciguarlo, le propusieron limpiar su territorio. Unos construyeron enormes máquinas recolectoras; otros hicieron redes. Algunos más aventureros se pusieron el tanque en sus espaldas y se sumergieron para recolectar manualmente. Los más intelectuales introdujeron bacterias para que devorasen la basura. Pasaron del miedo a la reflexión y no se enfocaron en su capacidad operativa solamente. Iniciaron campañas que tenían como objetivo la no repetición y la concientización sobre la importancia del reciclaje y la reducción del consumo de plástico. Su reconciliación con el océano transformó su pensamiento.
Mientras avanzaban los trabajos, salía de su palacio de coral y gemas para auditar la obra. Con el tiempo, sintió alivio al percibir el brillo de la pulcritud y el agua retornando a su color de cristal. Todo lo que hacían fue disminuyendo su ira, la cual se canalizó hacia el arrepentimiento por el daño causado. Comprendió que, a pesar de su naturaleza todopoderosa, no era perfecto. Descubrió que al otro lado de la guerra existían la unión y la voluntad.
Al cabo de un año, los océanos terminaron por convertirse en Edenes acuáticos. En señal de agradecimiento, ofreció un banquete al cual fueron invitados todos los colaboradores y demás dioses.
- ¡Qué hermosos lucen tus mares, hermano! - lo halagó Zeus.
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