Los hombres estaban interesados en la finca. Jacinto y Esperanza, sus propietarios, no querían deshacerse de ella. Hablaron durante una hora, con algunos altibajos en los tonos de sus voces, pero no llegaron a ningún acuerdo. Luego se escucharon dos disparos.
–Negocio cerrado, mi comandante– dijo por radio uno de ellos.
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