Durante la clase de lengua castellana, la profesora pide a sus alumnos que describan a su mejor amigo. Tras varias respuestas, llega el turno de Ana.
—El mío es pequeño y peludo. Aunque su mirada es triste, expresa su ternura en cada rebuzno. Le gusta pasear por el patio de mi finca, olfateando las flores. Cuando lo llamo, viene feliz a mi encuentro, buscando mis caricias y dispuesto a jugar.
Al terminar, los murmullos se convierten en risas contenidas.
—¿Rebuznos? ¿Su mejor amigo es un burro? —se atreve a decir uno de sus compañeros, en tono burlón.
La profesora ordena silencio y, con voz firme, les habla de la autenticidad de la amistad, incluso entre humanos y animales.
A Ana le tiembla todo su cuerpo. Con esfuerzo, se levanta y camina hacia la biblioteca. Allí, en las páginas desgastadas de su libro favorito, encuentra al pequeño asno. Él la consuela con sus historias mientras ella, en silencio, deja que sus lágrimas humedezcan las hojas una vez más.
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