Perpetuidad efímera


En un instante tus labios se abren,
así como se seca la lluvia
con el abrazo del sol,
y resplandece un arcoíris limpio
en el que una diminuta gota de agua
brilla más que la más osada estrella.

Tus palabras adoptan el tono perfecto:
tus “te quiero” trémulos,
tus “eres mi cielo” de una conversación
profunda, inmarcesible, ilusionante.

Tu aflicción elimina momentáneamente
los pretéritos cuerpos de mi aposento
llenos de afán y carentes de apetito.
Como un gozo incomprensible,
la promesa se vivifica
en tu tono de llamada en mi teléfono,
en tu mensaje instantáneo o sólo en la expectativa.

Antes de darnos cuenta de que este camino
es sólo un sendero estéril,
un mar de enigmática agua
del cual hemos construido todo lo inexistente;
antes del arribo de la realidad rampante
o la decadencia del sonreír suceda;
antes de que la trivialidad de mi vida
retorne a dormir en mi lecho;
antes de que nuestro amor apeste
o lo que decimos o lo que hacemos,
te pido que esta apariencia,
esta exquisita apariencia de nuestro nosotros
se prolongue en la eternidad de este momento.

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