Inservible

Doña Irma atendía clientes, administraba dinero, organizaba archivos y hasta limpiaba los baños. Su jefa, por el contrario, la veía como una muñeca. Una que se sentaba en la recepción a hacer nada. Así que luego de agradecerle por su tiempo en la empresa y de desearle que Dios la bendijera, la despidió. Doña Irma cruzó la puerta con una tranquilidad asombrosa. Reafirmó la idea de que era una inservible: No servía para trabajar con gente desagradecida.

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