Una magdalena

 

El dolor se le acumuló como una bola de nieve descendiendo por una pendiente. Le habían aconsejado que no era bueno retenerlo, que dejarlo fluir traería su calma. El día que lo hizo confirmó que, aunque perjudicial para los demás, era lo mejor para ella. Desde entonces, llora copiosamente y sus lágrimas dulces inundan las calles de la ciudad.

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