Desde que el tonal domina mis sentidos, he tenido una fascinación excesiva por el agua. Es su esencia tan sencilla que prefirió no vanagloriarse con ningún color o sabor extravagante. Anhelada es por los investigadores, quienes esperan hallarla en estado líquido para teorizar sobre otras civilizaciones en el universo. No puede mi ser borrar aquella pretérita clase de filosofía con el profesor Farith, cuando de sus labios emanaron lo dicho por Tales de Mileto siglos atrás: el origen de todo es el agua. Es inevitable borrar del pizarrón de mi memoria la historia de Jesucristo transformándola en vino, o la lanza atravesada por el centurión en su costado, del cual salió el vital fluido. Es como si esas remembranzas las hubiesen plasmado con la más indeleble tinta en la ‘schemata’ de mi mente. Basta con recordar las horas enteras en que, desafiando la autoridad de mi madre, ondeaba mi figura en la alberca de la casa durante el génesis de mi existencia. Ella no toleraba que lo hici
Blog de historias cortas y poemas