Es común iniciar este tipo de notas dirigiéndose a alguien pero ni siquiera tengo un destinatario. Siempre me sentí ajeno a este mundo, a sus costumbres y al comportamiento de los demás. En mis 30 años, tuve esa sensación de estar rodeado de muchas personas llenas de vacío. Gente que sólo te buscaban para pedirte un favor, una explicación, venderte cosas o para sacar algún tipo de provecho. Esto hizo que me refugiara en el complejo estado de la soledad. En ocasiones lo disfrutaba pues ahondaba en el conocimiento de mi ser: me encerraba a leer, a escribir y a trabajar en mis investigaciones micológicas. También sentía que me rendía mucho la plata y que no la estaba gastando en gente que no valía ni un minuto de mi trabajo. Pero llegaba el fin de semana y quería salir, compartir, estar con alguien. La frustración me dominaba y terminaba transformando esa tristeza en una mezcla de odio y envidia hacia todos aquellos que veía felices. Caminaba solo por las calles de Pereira y sentía que s
Blog de historias cortas y poemas