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Mostrando las entradas de junio, 2020

Corona

Crédito imagen Lo más difícil no radicó en el virus esparciéndose por mis pulmones sino en el reto que me impuso el aislamiento. Fui confirmado como portador un día en el que “voladores” surcaban el cielo de una alegre alborada. Quise tomarlo con calma, pero el desespero que me ondulaba el abdomen terminó por dominarme. Instintivamente me encerré. Mi habitación fue mi universo cuya entrada y salida sólo yo autorizaba. Desde allí, agarré el celular y llamé a mamá. Sabía de su reacción alarmante. La condición dramática que la caracteriza es proporcional al amor que siente por mí. Pensaría ella en mi padre y en mi tía, quienes ya bordean el crepúsculo de sus vidas y son población en riesgo. Lloramos, me animó y me encomendó a una inacabable lista de santos. Al colgar, escuché alaridos desesperados. Era el resto de la familia que se enteraba. Mi rutina sufrió una instantánea transformación, compleja de asimilar. La invisibilidad de mis acciones triviales, a las que por lo general miraba po

Vaivenes perversos

Crédito imagen A Anselmo le temblaban las manos cuando recibió del doctor Amorocho el sobre con los resultados de la biopsia que le habían tomado hacía dos semanas. Lo miraba, le daba vueltas impacientemente, suspiró profundamente y lo abrió. Desdobló la hoja y las gotas que se deslizaron por su rostro confirmaron sus sospechas: la existencia de un agresivo cáncer. Se sentó en la camilla, secó sus lágrimas y preguntó:  – ¿Cuánto tiempo, doctor?  Amorocho lo miró fijamente, le palmoteó el hombro y le dijo:  – Don Anselmo, seré sincero. Ya está bastante avanzado. Seis meses, máximo.  El galeno era uno de los oncólogos más reconocidos de Neiva. Con pregrado en la Universidad Navarrete y especialización en la Escuela Médica del Sur, gozaba de extensa experiencia profesional y se jactaba de haber curado a pacientes graves. Pero sabía que con él todo sería diferente.  Decaído se levantó, se despidió del médico y abandonó el consultorio.  Mientras contemplaba el paisaje de regreso a su natal

Existe un caballero

Departamento del Huila, Colombia Crédito imagen Existe un caballero, cuyos ojos contemplan a los guácharos en el velo de la noche y a los ruiseñores adornando con su canto los parques copados de árboles. Pisan sus pies el verdor absoluto, oasis de paz, espejos de Edenes, pesebres de musgo perenne y puertas que danzan al viento. Posee fuentes y minas saladas, cálidos termales que restauran sus penas y fábricas de agua que brotan erguidas cascadas, enalteciendo sus nativos guerreros. Sus territorios, de variedades geológicas, se extienden desde la aridez de los cardos, la frigidez del nevado y el seco bosque donde aprecia la inmedible red de estrellas hasta el enigma de monolíticos seres y extensas necrópolis. Su poderío es tal que reduce a la gran Magdalena, quien diariamente lo ducha, a un estrecho que cruza con una zancada.  Se ufana de la despensa agrícola en su vasta cocina. Plácido degusta el arroz esponjoso en el asado de cerdo, la achira del bizcocho, el natural dulzor de la pane