Desde aquella tarde en que compré “Kidnapped” sabía cuál era el próximo libro que recorrerían mis ojos. Llegué a la librería y busqué la sección de literatura colombiana pero su habitual ubicación había cambiado. Al encontrarla, tomé entre mis manos “El amor en los tiempos del cólera” y mientras leía el reverso escuché una voz de miel preguntándome si necesitaba ayuda. Sin subir la mirada la rechacé con seco “no”. Ella continuó asesorando a una señora de vestido negro. Al alejarse la dama, permaneció cerca de mí, como esperando que mi rígida decisión sobre la obra de García Márquez se quebrantara. Y lo logró. La miré y le pedí que me enseñara “Crónica de una muerte anunciada”. Aunque las primeras palabras fueron netamente comerciales, no sé en qué momento empezamos a charlar como si nos conociéramos de tiempo atrás. Nuestra conversación navegó por los dominios de Juan Rulfo, William Faulkner, Victor Hugo y otros escritores que mi mente, idiotizada con su fluido discurso, no recuerdan a
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