Acordamos no tener nada formal. Nos acostamos en cientos de camas durante seis meses. Cuando pensé que lo disfrutábamos, se quebró una noche de septiembre. – ¡Estoy mamada de esta mierda! – me dijo después de rociarle mi nieve por el cañón que dividía sus senos. Lloró y me invadió una extraña angustia. Me pidió que la escuchara. Luego de conocer sus miserias, temores y fracasos; me di cuenta, por primera vez, que estaba desnuda frente a mí. -- Crédito imagen
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