– Ma, sucede algo extraño con mis relojes… – ¿Y eso, hijo? – Todas las noches, cuando me los quito, les subo la perilla para que no se les gaste la pila. – ¿Qué es lo raro? – Al otro día, al abrir el cajón, están funcionando normalmente. Usted qué dice, ¿serán espantos? – ¡No diga bobadas! Lo que pasa es que las cosas se parecen a su dueño. – ¿Cómo así? – A sus relojes tampoco les gusta perder el tiempo. -- Crédito imagen
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