Crédito imagen Es consecuente pensar que durante una guerra las víctimas fallezcan a causa de disparos o misiles lanzados por el enemigo o cuando en el campo de batalla perecen los de un bando en particular sin haber sido hecho un solo disparo. Tal fue el caso del cabo Bryan Luck cuando recibió la que sería su próxima (y última) misión. La expresión de su rostro reflejaba la más intensa angustia mientras leía el informe de la que sería la operación más difícil, y hasta suicida, de su carrera en el ejército de los Estados Unidos ubicado en la zona desmilitarizada de Corea del Sur. Le costaba trabajo creer que de los 40.000 efectivos americanos en dicho territorio, fuese él y sus tres compañeros los elegidos para tan desesperanzadora misión. Pero órdenes eran órdenes y no existía cabida para la negación. Resultaba más sencillo atravesar el ‘puente del no retorno’ y unirse a las tropas norcoreanas que retar a sus superiores a no llevar a cabo el operativo. El cabo debía p
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