Muelle de Puerto Colombia, Atlántico Crédito imagen Victoria tuvo el maternal presentimiento que se trataba de su hijo Alexander cuando escuchó la trágica noticia en la emisora comunitaria. Dos pescadores se habían extraviado en la inmensidad del mar Caribe aquel primero de abril de 1985. Dejó la ropa en el lavadero, se secó las manos y se vistió rápidamente. Caminó hasta el muelle de su natal Puerto Colombia para averiguar más sobre lo ocurrido. Encontró a uno de los amigos de su hijo y con voz azarosa y entrecortada preguntó por él. – Seño Victoria – le dijo el pescador mientras bajaba penosamente la mirada – Alexander es uno de los que están perdidos. El sol se zambullía en el opulento océano. Victoria no pudo contener su aflicción y sin decir palabra alguna miró hacia la mancha azul por unos minutos, se despidió tímidamente de los pescadores y se devolvió cabizbaja al rancho. En la intimidad de su habitación, tomó la camándula, hizo el Rosario y le pidió a la Virgen del Carmen po
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