Inicialmente me resistía a creerlo pero toda esta transformación física era apenas coherente con la vida que había vivido. Los cambios empezaron a notarse hace un mes. Una mañana desperté para ir a trabajar y al entrar al baño noté que un largo pelo se desprendía de la parte izquierda de mi rostro. Sin darle mayor importancia me lo quité con la rasuradora. Al sol siguiente tenía dos, uno a cada lado de mi cara. Otras características fueron manifestándose de igual manera. Mis ojos, tan oscuros como dos ópalos, se aclarecieron como un par de esmeraldas. Los escasos vellos que en mi piel tenía me fueron abandonando y dieron paso a un espeso pelaje negro. Para aquel entonces, ya no podía salir a la calle por temor a ser visto, discriminado o apedreado. Las rasuradas, que inicialmente fueron la solución, fueron inútiles luego. Gastaba mucho dinero en máquinas pero la abundancia del pelaje era abrumadora. Todo esto me condujo a un estado inicial de angustia que luego se fue transformando e