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Mostrando las entradas de diciembre, 2020

La desgracia de ser invisible

El estruendo nos cimbró y nos dejó sentados en la cama. Miré a mis padres y les pregunté si estaban bien. Mi padre tomó la escopeta y caminó hacia la sala. Cuando le pareció que era seguro escuchamos su llamado. “Nos rompieron la ventana con esta piedra” nos dijo mientras la señalaba con el arma. Al recogerla palpó un papel adherido. Observó lo que en él estaba escrito, nos miró angustiosamente y leyó con voz trémula: “Guerrilleros hijueputas, tienen 24 horas para largarse o los pelamos”.  No pudimos seguir durmiendo. Le dábamos vueltas al asunto pero no lográbamos entender la razón por la cual nos habían declarado objetivo militar. Éramos simplemente una familia campesina que vivía de tres hectáreas de café. No opinábamos ni nos metíamos con nadie. Mamá propuso alertar a las autoridades pero mi padre la interrumpió bruscamente. Fue hermético en su negativa recordándole a doña Jacinta y don Uriel, quienes habían sido asesinados por dárselas de berracos al ignorar las intimidaciones de

Exilio

Crédito imagen Tan pronto vio la banca vacía, corrió hacia ella y sentó a su hijo frente a él. Lo miró fijamente con ojos vidriosos y derramó lágrimas que le erosionaron el rostro. El niño, que parecía ignorarlo, prefirió observar las palomas que merodeaban en el camellón. Quiso darle un último abrazo pero el pequeño emitió un grito de desespero. Resignado, secó su llanto y se lo devolvió a la madre, quien se encontraba en el taxi con destino al aeropuerto. Al entregárselo, el hombre sintió cómo se le desvanecía miserablemente de los brazos.

Un estudiante más

Relato publicado en la Fanzine ESFIL "Memorias de Pandemia". Puede leerla aquí . La declaratoria de cuarentena tomó por sorpresa a varios y yo no fui la excepción. Me dañó el fin de semana. El lunes siguiente me citaron en la universidad para informarme sobre la cancelación de las clases presenciales y me dieron dos días para adaptar mis cursos a la virtualidad. Las evaluaciones, los ejercicios, los talleres…todo lo que había preparado en físico debía modificarlo para atender la nueva demanda. Esas dos noches no dormí y tomé café como nunca. El estrés y ese miedo horrible de no poder cumplir cabalmente con mi misión pedagógica se apoderaron de mí. La pandemia me dio tremenda bofetada. Era como una especie de jefa gruñona diciéndome “eso que hizo no sirve para nada, cámbielo” . Pero no me dejé amedrentar. Encontré la serenidad que necesitaba bajo el precepto de que hay cosas que se aprenden en el camino. Recordé la cómica frase de Samir, mi compañero de maestría, que jocoso de

Cartas ajenas

Crédito imagen El arte de escribir le hacía guiños a Juan Pablo desde que era pequeño. Debutó con cuentos cortos durante sus estudios primarios y en el génesis del presente milenio cursaba décimo grado en lo que se llamaba para entonces el Instituto Técnico Superior de Neiva, ganándose lo del recreo escribiendo cartas de amor. Hacía contratos verbales con sus compañeros para que les escribiera a las chicas de las cuales ellos estaban enamorados o “tragados”, como decían coloquialmente. En aquel tiempo, ajeno a todo tipo de celulares y redes sociales, la correspondencia escrita y las tarjetas credenciales de Timoteo estaban en pleno furor y en muchos casos eran efectivas en el proceso de enamoramiento.  Era así como disfrutaba de pasteles, empanadas, gaseosas y de sus queridos chitos con el dinero que se ganaba. Cobraba 5000 pesos por texto, el cual tenía la extensión promedio de una hoja de cuaderno. Como era tan pésimo para las artes gráficas, le pedía a su hermano Francisco que los

La vacuna

Crédito imagen Imelda deseaba que no llegara la vacuna. Más allá de las dolencias propias del coronavirus que en ella moraba, su preocupación residía en las personas extrañas que últimamente merodeaban su finca. Dicha angustia se agudizó una noche que le rompieron el vidrio de la ventana. Se levantó tambaleante, recogió la piedra con la hoja adjunta y empezó a leer el mensaje. Pocos segundos después, el suelo recibió estrambóticamente su pesado cuerpo. En la penumbra se leía “reciba un revolucionario saludo de la columna móvil Jaime Martínez de las FARC” que un rayo de luna iluminaba.

Legión rojiblanca

Crédito imagen Emmanuel no pudo ocultar su asombro cuando vio su nombre plasmado en el sobre. El helado contenido de su interior contrastaba con el intenso calor de Neiva, ciudad donde vivía. Lo revisó minuciosamente, lo rasgó y lo abrió. De él se deslizó una tableta de hielo seco con letras talladas: “Cristalino saludo:  La alegría de los niños está en peligro. Ven a verme, necesito de tu ayuda. Si aceptas, sigue las instrucciones que están en la parte trasera. El viejo Nicolás” Sin dudarlo, volteó la lámina, leyó y la derritió en la estufa. Puso el agua en un molde que estaba dentro del sobre, lo metió en la nevera y minutos después notó un ruido extraño. Una pequeña duende estaba ahora frente a él.  – Hola, soy Hildur, tu guardiana. Si estoy ante tu presencia es porque has aceptado las palabras de mi padre. ¿Estás listo para volar? – ¿Volar? – Preguntó Emmanuel sorprendido. – ¡Sí, vamos! – Replicó Hildur. Tomando agua del lavaplatos, la esparció en el patio y la congeló con su s