Aquel 23 de marzo no se cambiaba por nadie. Le preparó una cena y le compró un retinoscopio para obsequiárselo en el día de su profesión. Mas al transcurrir la tarde, hicieron arribo anónimo fotos y videos que incluían besos y caricias ajenas a las suyas. Lloró largo rato, guardó el regalo y botó la comida a la basura. Lamentó no haberse formulado bien sus propios lentes, pues nunca vio las señales de traición que desfilaban descaradamente ante sus ojos. -- Crédito imagen
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