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Mostrando las entradas de octubre, 2024

Entre sombras y silencios

Te quiero en la imposibilidad de entrelazar nuestras manos en la calle, en la restricción de los besos públicos y la soledad con que reposamos en las noches, en esa escasez de amaneceres en común y la inconveniencia de nuestros perfumes en las prendas, en la formalidad con que nos tratamos en medio de presencias ajenas, en lo efímero de lo escrito y la perpetuidad en la memoria de lo que decimos, en las pocas fotografías donde podemos ser y las muchas en que fingimos, en los minutos limitados y lo que ocultan nuestros regalos, en las nulas amistades y los lugares sombríos que nos iluminan, en la ausencia forzosa del otro cuando enfermamos, en los viajes cortos y la coherencia de nuestra versión ante el mundo. En todo eso, te quiero.

Al margen

Don Jairo repara ventiladores. Pedalea una bicicleta que arrastra un viejo carruaje a cuestas. Allí guarda todo: ropa, implementos de aseo, repuestos y herramientas. Al término de su jornada laboral, lo aparca a la salida del San Pedro Plaza, por la Avenida 26. Abre espacio, tiende el colchón, ingresa en él, amarra la abertura de la carpa con una cabuya y se acuesta. La gente pasa a su lado y, por alguna razón, no notan su presencia. Yo sí lo veo y él también me reconoce. Debe ser porque compartimos la misma misera.

Tildes innecesarias

En la clase de español, la estudiante no sabía si debía poner la tilde. Levantó la mano y le pidió al profesor que se acercara. ―Profe, ¿aquí debo escribir “cáncer de mama” o “mamá”? El maestro la miró, su mente rebobinando recuerdos. En sus ojos asomaron algunas lágrimas. ―Da lo mismo ―respondió pensando en quien era su progenitora.

El cometa del siglo

Llegaron al desierto justo después del atardecer. Mike sacó los binoculares de la mochila y le dio un par a Alana. Fijaron su vista en el cometa y apreciaron en silencio la forma en que su cola acuchillaba el telón del firmamento. – Es el C/2023 A3 – interrumpió Mike – pero lo han denominado “el cometa del siglo”. – ¿Por qué? – Por su espectacularidad. Sólo míralo, ¿no es hermoso? Alana emitió un sonido de aprobación. – Dejaremos de verlo en pocos días y volverá a visitarnos en 80.000 años – retomó Mike. – Algo único, por lo visto. – Sí, mi C/2023 A3.

Paquita

¿1993? - 17 de octubre de 2024 Cuando llegó a nuestra casa, por allá en 1993 si la memoria no me traiciona, como suele hacerlo, no sabíamos si era macho o hembra. Le decíamos Paco, Paquito, Paca, Paquita…Concluimos, luego de más de 30 años que vivió con nosotros, y con un método que de científico no tenía nada, que era hembra por una particular razón: su poca empatía cuando se le acercaban las mujeres o cuando una mujer acariciaba a un hombre de la casa. Irónicamente, como suele ser la vida, quienes más la atendían era mamá y mi hermana. Con los hombres de la casa era feliz y permanecía complacida. Papá y mi hermano la llevaban a la sala y la hacían reposar en sus hombros o vientres hasta que la devolvían a su jaula cuando su sistema digestivo hacía de las suyas y les manchaba la ropa. Era extremadamente consentida, así como nos tiene acostumbrados mamá. No comía nada que no fuera preparado por ella, pues estaba profundamente enamorada de su sazón. Cuando pedíamos domicilios los doming

Singularidad

Me gusta hablar con mi tía de nuestro pasado cuando entro a su habitación en las tardes. – Mientras su mamá trabajaba, nos hacíamos en la silla y lo mecía hasta que mijito se quedaba dormido. Luego guarda silencio, como dibujando lo dicho en su mente, y su mirada se extravía. – Tantos momentos bonitos – retoma – como cuando nos hacíamos en la silla y lo mecía hasta que mijito se quedaba dormido mientras su mamá trabajaba. Y así, sucesivamente, le escucho pacientemente todas nuestras anécdotas hasta que el sol se debilita.

Semana de receso

Matías tenía un particular brillo en sus ojos. Descargó su morral en el sofá y con saltos cortos llegó hasta donde Luis, que se encontraba frente al computador. – ¡Papi! – exclamó emocionado – ¡Por fin, semana de receso! ¡Podré levantarme tarde y jugar más tiempo en mi Xbox! ¿Pero sabes? ¡Quisiera tener varias semanas así, como tú! Luis aprovechó el abrazo de su hijo para limpiarse una lágrima que le comenzaba a rodar por el rostro. Matías fue a la habitación. Luis abrió su navegador web y digitó “elempleo.com”.

Monopoly

Los hombres estaban interesados en la finca. Jacinto y Esperanza, sus propietarios, no querían deshacerse de ella. Hablaron durante una hora, con algunos altibajos en los tonos de sus voces, pero no llegaron a ningún acuerdo. Luego se escucharon dos disparos. –Negocio cerrado, mi comandante– dijo por radio uno de ellos.

Paseo de la muerte

Luego de un año sin avances, al cáncer de Gerardo se le acabó la paciencia. – ¡No insista más con esa gente! – le dijo. Y terminó apiadándose de él.