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Mostrando las entradas de mayo, 2023

Trasteo

Evangelina quería mudarse. Deseaba algo fresco y rodeado de naturaleza. Sus hijos, quienes la escuchaban quejarse a menudo, buscaron y le encontraron un nuevo hogar. El día del trasteo, madrugó y empacó su propia maleta. – ¿Ustedes por qué no se alistan? – preguntó. – Primero vamos a dejar lo suyo y ahora volvemos. El trayecto se hizo largo pero el verdor del paisaje la entretuvo. – ¡Llegamos! ¡Mire qué hermosura, mamá! Evangelina levantó sus ojos para contemplar el sitio. “Bienvenidos al asilo Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars” – rezaba el letrero. -- Crédito imagen

Epidemia

Miles de neivanos con síntomas similares a los del herpes zóster atiborraban los consultorios médicos. El extraño brote preocupó a los expertos, quienes iniciaron las investigaciones para determinar causas y tratamiento a seguir. Se analizaron muestras y se efectuaron entrevistas. En ellas, hubo un patrón que llamó la atención: Todos los infectados manifestaron haber estado en eventos donde recibieron un beso o un abrazo de un aspirante a política. Como medida preventiva, se ordenó a los candidatos evitar todo tipo de contacto físico con los ciudadanos. La epidemia se controló sin necesidad de crear una vacuna.  -- Crédito imagen

Ciudad de hierro

Victoria se enamoró de Michael. Pero era una relación difícil: ella era amante de la constancia, él del vaivén. Aunque guardaba una esperanza macilenta, sabía que él no representaba mayor avance en su anhelada búsqueda de estabilidad. Pasados dos años, no aguantó más y puso su sensatez por encima de los mareos y náuseas que le producía. Hoy en día, Victoria no quiere saber nada de montañas rusas. -- Crédito imagen

Denegado

A Oscar le encantaban las motos pero no le gustaba ponerse el casco porque le aplanaba el cabello. – Ojalá inventaran alguna maricada pronto – solía decirnos durante las rodadas que hacíamos por el Huila. Hace unas horas, Oscar recorrió su último kilómetro. Ahora estamos aquí contemplando su pelo largo, engominado y voluminoso...en un ataúd. -- Crédito imagen

Desvanecido

La vez que salimos, fuimos a una discoteca. Pedimos una picada, tequila y agua. Cuando el alcohol se acabó, fui a la barra por otra botella. Noté que sólo me quedaba lo del taxi y había dejado las tarjetas en casa. – ¡Qué imbécil! – me dije. Devolví el licor y regresé a nuestra mesa. Le expliqué la razón por la cual la cita debía terminar mientras le hacía un gesto para que nos fuéramos pero no percibió mi presencia. Aunque estaba esperanzando en que fuese diferente, me resigné. Terminó ocurriendo lo de siempre: me le volví transparente. -- Crédito imagen

A salvo

Las ráfagas de las escopetas no paraban de zumbarle los oídos a Blanquita. Llevaba horas huyendo de quienes querían asesinarla y aunque su excesivo peso le impedía moverse ágilmente, sabía que el refugio estaba cerca. Eso la llenaba de esperanza. Podía escuchar, a la distancia, las maldiciones y órdenes de los hombres que la perseguían. Finalmente, vio materializada la recompensa de su esfuerzo: – “Bienvenidos a la República de la India” – rezaba el letrero. Blanquita cruzó la frontera con un alegre mugido; tal como si un atleta hubiese ganado una maratón. -- Crédito imagen

El blanco

La rifa empezó, como de costumbre, en la cancha de la vereda. Uno a uno, los habitantes iban sacando las balotas de la tula. El primero enseñó la azul. – ¡Lárguese! – le dijeron. Los demás colores fueron haciendo su aparición sin éxito alguno. Pasados los minutos, llegó el turno de don Guillermo. – ¡Muestre cuál sacó! El viejo abrió sus temblorosos dedos. – ¡Felicidades! – gritó el anfitrión. – Póngase la mano en el considere… – rogó el ganador mientras se arrodillaba.  Las ráfagas hostiles, que enmudecieron la selva, tiñeron de rojo su pimpón. -- Crédito imagen

Egresados

Las lágrimas inundaban el recinto cuando los jóvenes de la promoción 2001 llegaron. Tomaron café, hablaron en voz baja y saludaron a los desconsolados familiares de su compañero. Al salir, se pusieron de acuerdo para ir a almorzar en un asadero de pollos. Allí, revivieron anécdotas que hicieron de sus sentimientos una paleta de colores. Después de comer, la que fue personera se dirigió a todos: – Debo retirarme. ¡Me alegró verlos! Hasta el próximo muerto, ¡que estén bien! Pagaron la cuenta y cada quien fue regresando a su vida. -- Crédito imagen

Congelada

La temperatura iba en descenso y la señal de transmisión no aguantaría mucho más. Miró a su alrededor y no logró divisar refugio alguno en medio de la extensa nieve. Pensó, a manera de consuelo, en lo felices que había hecho a los humanos en sus noches solitarias y se sintió satisfecha del deber cumplido. Pero las condiciones climáticas eran más fuertes que sus deseos. El frío arremetió con todo su furor y no hubo vuelta atrás. – ¡Internet de mierda! – oyó a lo lejos segundos antes de emitir su última imagen. -- Crédito imagen